Historia de las hormonas tiroideas
Historia del extracto tiroideo
Como ocurre con muchas otras variedades de hormonas exógenas, el tratamiento intravenoso del tiroides no empezó con la integración de las hormonas sintéticas, simplemente porque durante un tiempo considerable no existieron.
Fue a finales del siglo XIX cuando se administraron por primera vez medios externos de aplicación de hormonas tiroideas en forma de extractos de tiroides. Estos extractos contenían las variedades hormonales T3 y T4.
Cuando decimos extracto, no nos referimos al tipo de extracto que comprarías sin receta, es decir, extracto de té verde o de pomelo. Nos referimos literalmente al contenido extraído y licuado de la propia glándula tiroides. Como tal, habría sido imposible separar las hormonas.
Éste era el único medio disponible en aquella época para transferir hormonas externas al cuerpo humano; el mismo proceso se utilizó, por ejemplo, durante la transferencia de testosterona y hormona del crecimiento (antes de que la gente conociera estas sustancias por sus nombres «oficiales»).
Tratamiento con hormonas tiroideas
En este último caso, se administraba a los pacientes el contenido exacto de los testículos. Sin embargo, por lo general, los extractos hormonales procedían (en aquella época) de las glándulas endocrinas de cadáveres tanto de animales como de seres humanos.
Esta forma bastante arcaica de terapia «hormonal» fue la precursora de los procedimientos de administración sintetizados y altamente estériles que vemos hoy en día.
Teniendo en cuenta la falta de conocimientos y de ingeniería científica de la época, es bastante sorprendente que se establecieran vínculos discernibles entre el contenido de ciertos componentes del cuerpo y su efecto en la funcionalidad humana.
Las variantes sintetizadas empezaron a tomar forma en la década de 1950, mientras que la comunidad médica «prescindió» de estos extractos (por razones bastante obvias en retrospectiva) y empezó a considerar medios para poder producir e integrar de forma independiente estas hormonas en los planes de tratamiento.
No fue hasta la década de 1980 (1981 para ser exactos) cuando se administró realmente la primera forma sintetizada (producida en laboratorio) de hormona tiroidea a un paciente que padecía una enfermedad conocida como mixedema (una afección cutánea relacionada con el hipotiroidismo).
Dado que la aplicación «oficial» inicial tenía su origen en una afección un tanto «poco común», cabe decir que quizá las hormonas «T» y su verdadera funcionalidad probablemente no se habían explorado a fondo en ese momento.
Cuando se obtuvieron resultados positivos como consecuencia de esta primera aplicación, se realizaron más pruebas y entonces nos encontramos con las primeras variantes totalmente comerciales de grado médico de hormonas tiroideas sintéticas en forma de T3 y T4.
Desde entonces, estas hormonas han tenido una amplia difusión en el campo médico para su utilización en el tratamiento de una serie de problemas tiroideos, aunque el hipotiroidismo y el hipertiroidismo siguen siendo las dos aplicaciones más destacadas del tratamiento.